Turquía: más de la mitad de sus lagos han desaparecido en 60 años y alertan de una crisis global
La reducción acelerada de lagos en Turquía y el aumento de sequías severas en amplias regiones del planeta revelan una crisis ambiental profunda. El aumento de la temperatura y el uso insostenible del agua están llevando a ecosistemas y sociedades a un punto crítico.

Durante décadas, Turquía fue considerada una región con abundantes recursos hídricos continentales, pero esa imagen se ha desmoronado rápidamente. El caso del lago Mármara, en el oeste del país, se ha convertido en un símbolo alarmante de esta transformación, tras perder casi toda su superficie en apenas unos años. Lo que antes era un humedal clave para aves migratorias y comunidades pesqueras hoy es, en gran parte, un lecho seco.
Según National Geographic, la desaparición del lago Mármara no puede atribuirse a una sola causa. La combinación de sequías más frecuentes, temperaturas en aumento y una intensa extracción de agua para riego agrícola ha acelerado un proceso de colapso ecológico que llevaba décadas gestándose. A esto se suma la construcción de presas y canales que alteraron profundamente el equilibrio natural de la cuenca.
El impacto de esta pérdida va mucho más allá del paisaje. La reducción de los lagos afecta la biodiversidad, deteriora la calidad del suelo y elimina un regulador natural del clima local. Además, deja a las poblaciones rurales sin medios de subsistencia y aumenta la presión sobre acuíferos subterráneos que ya muestran signos de agotamiento.
Sequías extremas: un patrón que se repite a escala planetaria
La crisis hídrica que atraviesa Turquía forma parte de un fenómeno mucho más amplio. Un informe reciente de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación identifica múltiples focos de sequía severa entre 2023 y 2025 en África, el Mediterráneo, América Latina y Asia. Estas regiones concentran a cientos de millones de personas expuestas a estrés hídrico extremo.

El documento advierte que estas sequías no sólo son más frecuentes, sino también más prolongadas e intensas que en décadas anteriores. El aumento de la temperatura global incrementa la evaporación y reduce la humedad del suelo, creando condiciones que favorecen el colapso de ecosistemas agrícolas y naturales. Incluso regiones históricamente húmedas comienzan a experimentar déficits de agua persistentes.
Las consecuencias sociales son profundas. La escasez de agua afecta la producción de alimentos, encarece los precios y aumenta el riesgo de desplazamientos forzados. En varios países, la sequía ya se traduce en crisis energéticas, conflictos por el acceso al agua y pérdida de estabilidad económica, especialmente en comunidades dependientes de la agricultura. La escasez de agua también abre la puerta a nuevos conflictos bélicos en el futuro.
La ciencia detrás de la pérdida de agua dulce
Numerosos estudios científicos coinciden en que el cambio climático actúa como un multiplicador de riesgos. Las olas de calor más intensas, combinadas con precipitaciones irregulares, reducen la recarga natural de lagos y acuíferos. Al mismo tiempo, la sobreexplotación humana impide que estos sistemas se recuperen incluso en años relativamente húmedos.

En el caso de Turquía, los expertos señalan que más del setenta por ciento de los lagos del país han disminuido de tamaño o han desaparecido en las últimas décadas, tal como señala Efe Verde. La expansión de cultivos de alto consumo hídrico, junto con políticas de gestión del agua poco adaptadas al nuevo clima, ha acelerado este proceso de degradación ambiental.
La evidencia científica sugiere que aún es posible mitigar parte del daño. La restauración de humedales, la modernización de sistemas de riego y la protección de los suelos pueden mejorar la resiliencia frente a la sequía. Sin embargo, los especialistas advierten que sin cambios estructurales urgentes, la pérdida de lagos y fuentes de agua dulce seguirá avanzando de forma irreversible.