¿Qué es la fotosíntesis y cómo influye el clima en ella?

El clima y las plantas siempre han estado ligados, pero pocas veces nos detenemos a pensar cómo influyen esos cambios de sol, lluvia y temperatura en las plantas.

Quien sabe entender la relación entre fotosíntesis y clima puede anticipar rendimientos, ajustar técnicas y hasta salvar cosechas completas.

La fotosíntesis es uno de esos procesos que todos escuchamos desde la primaria, pero pocas veces entendemos a profundidad, la mayoría se queda con la idea de que “las plantas hacen comida con la luz del sol”, y aunque no es mentira, en realidad el asunto es mucho más interesante.

Se trata de una verdadera maquinaria bioquímica que sostiene la vida en el planeta, sin fotosíntesis, ni los animales, ni nosotros mismos tendríamos oxígeno ni alimento. Este proceso funciona de maravilla en condiciones ideales, pero cuando entra en juego el clima, la historia se vuelve mucho más compleja.

El calor, la luz, el agua y hasta la calidad del aire pueden hacer que una planta produzca más o menos y en algunos casos, incluso que se estrese, eso explica por qué un mismo cultivo puede rendir diferente dependiendo de la región y del año.

La ciencia detrás de la fotosíntesis tiene un lado técnico que los agrónomos conocemos bien, pero también un lado casi poético, que es el de transformar la energía solar en vida. Ese equilibrio se mantiene gracias a factores que parecen invisibles, pero que marcan toda la diferencia.

Algunas especies han desarrollado estrategias para adaptarse, como los cactus, querealizan fotosíntesis tipo CAM, abriendo sus estomas solo de noche para evitar la pérdida de agua.

Cuando hablamos de clima, no basta con pensar en calor o frío, la fotosíntesis responde a la humedad, a la concentración de dióxido de carbono, a la nubosidad, al viento e incluso a las noches más largas o más cortas del año y todo eso repercute en cómo crece una planta, cómo florece y cuánto produce.

La esencia de la fotosíntesis

En términos simples, la fotosíntesis es el proceso mediante el cual las plantas convierten luz solar, agua y dióxido de carbono en oxígeno y azúcares. El pigmento verde de las hojas, la clorofila, es el protagonista, y se encarga de atrapar la energía de la luz y usarla para desencadenar una serie de reacciones químicas.

Se estima que la fotosíntesis terrestre y marina fija más de 100 mil millones de toneladas de carbono al año, regulando así el clima del planeta.

Lo que realmente ocurre es una especie de “fábrica bioquímica”. En donde las plantas capturan CO del aire, lo combinan con agua absorbida por las raíces y con ayuda de la energía solar, producen glucosa, que es su fuente de energía y que al mismo tiempo son la base de la cadena alimenticia global.

El clima influye directamente a través de la luz solar, sin ella no hay fotosíntesis, pero la intensidad también importa. Por ejemplo, una planta de jitomate, necesita entre 6 y 8 horas de luz directa para mantener un buen ritmo de fotosíntesis, si hay exceso de sombra, la producción de azúcares baja y con ello el crecimiento.

Pero ojo, más luz no siempre es mejor, porque cuando la radiación es demasiado intensa, las hojas pueden sufrir fotoinhibición, que es como un sobrecalentamiento en el sistema fotosintético. Esto pasa mucho en zonas áridas, donde el sol pega duro y las hojas incluso se pliegan para protegerse.

El agua es otro factor determinante, sin suficiente humedad, las plantas cierran sus estomas, que son pequeñas “ventanas” en las hojas por donde entra el CO₂. Con los estomas cerrados, la fotosíntesis baja drásticamente, y todo inicia con esa limitación en la entrada de dióxido de carbono.

La fotosíntesis funciona cuando las plantas usan luz solar, agua y CO₂ para producir azúcares y liberar oxígeno.

La temperatura, por su parte, regula la velocidad de las reacciones químicas internas, en general, las plantas tienen un rango óptimo, para cultivos como el trigo, entre 15 y 25 °C es lo ideal. Si la temperatura baja demasiado, el metabolismo se ralentiza y si sube mucho, las enzimas encargadas del proceso pueden desnaturalizarse y fallar.

El CO y su papel silencioso

Aunque solemos enfocarnos en la luz y el agua, el dióxido de carbono es igual de importante, una mayor concentración de CO₂ en el aire puede estimular la fotosíntesis, siempre y cuando otros factores estén en equilibrio. De hecho en invernaderos se suelen inyectar niveles más altos de CO₂ para acelerar el crecimiento de hortalizas.

Sin embargo, esto no es tan simple en campo abierto, el cambio climático está aumentando el CO₂ atmosférico, pero también genera olas de calor y sequías que neutralizan ese beneficio. Es como darle más gasolina a un motor que al mismo tiempo se está calentando demasiado.

Las plantas reaccionan produciendo antioxidantes y otros compuestos de defensa.

El estrés climático, ya sea por sequía, heladas, exceso de calor o tormentas, puede alterar la fotosíntesis, en este sentido las plantas reaccionan produciendo antioxidantes y otros compuestos de defensa. En cultivos como el café o el cacao, un calor excesivo no solo reduce la fotosíntesis sino que también afecta la calidad del grano.

Para los agricultores, entender esto no es teoría, es práctica diaria. Saber que un día nublado reduce la fotosíntesis ayuda a programar mejor el riego o los fertilizantes; identificar que una ola de calor puede frenar el rendimiento permite tomar decisiones rápidas, como sombrear cultivos o usar variedades resistentes.

De hecho, la agrometeorología se centra justamente en esto, en analizar cómo los factores climáticos interactúan con los procesos fisiológicos de las plantas. No es lo mismo sembrar jitomate en el hemisferio norte que en hemisferio sur, porque la intensidad de la luz y la temperatura cambian por completo el comportamiento de la fotosíntesis.

Al final, la fotosíntesis no es un proceso estático, es una danza entre la planta y el clima, y entender esa relación ayuda a ver con otros ojos el verde de las hojas y sobre todo a valorar la fragilidad de todo un sistema que sostiene la vida y aprender cómo funciona y cómo el clima lo moldea es una manera de cuidar mejor lo que nos alimenta y sostiene.