Las ciudades inteligentes prometen sostenibilidad, pero ¿realmente la cumplen? Esto es lo que dicen los datos
Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y se espera que este porcentaje aumente a casi el 70% en 2050.

No es de extrañar que “ciudades inteligentes” se haya convertido en una palabra de moda en los círculos de planificación urbana, política y tecnológica, e incluso en los medios de comunicación. La frase evoca imágenes de autobuses autónomos, semáforos controlados por inteligencia artificial (IA) y edificios que gestionan su propio consumo energético.
Pero a pesar de toda la atención que recibe el término, no está claro qué hace que una ciudad sea inteligente. ¿Podría ser la cantidad de sensores instalados? ¿Velocidad de Internet? ¿La presencia de un panel de control digital en el ayuntamiento?
Los gobiernos hablan periódicamente de preparar las ciudades para el futuro y de la promesa de la “transformación digital”. Pero cuando se utiliza el término “ciudad inteligente” en documentos políticos o campañas electorales, a menudo carece de claridad.
En las últimas dos décadas, los gobiernos de todo el mundo han invertido miles de millones de dólares en iniciativas de ciudades inteligentes, a menudo con más ambición que claridad. El resultado ha sido un mosaico de proyectos: algunos genuinamente transformadores, otros llamativos pero superficiales.
Entonces, ¿qué significa realmente que una ciudad sea inteligente? ¿Y cómo puede la tecnología resolver problemas urbanos reales y no sólo crear otros nuevos?
Entonces, ¿qué es una ciudad inteligente?
El término “ciudad inteligente” se ha aplicado a una amplia gama de tecnologías e iniciativas urbanas, desde sensores de tráfico y medidores inteligentes hasta vehículos autónomos y sistemas de construcción energéticamente eficientes.
Sin embargo, sigue siendo difícil encontrar una definición consistente y funcional. En los círculos académicos y políticos, una visión ampliamente aceptada es que una ciudad inteligente es aquella en la que se utiliza la tecnología para mejorar resultados urbanos clave: habitabilidad, sostenibilidad, equidad social y, en última instancia, la calidad de vida de las personas.

Lo que importa aquí es si la aplicación de la tecnología conduce a mejoras mensurables en la forma en que las personas viven, se mueven e interactúan con la ciudad que las rodea. Según este criterio, muchas iniciativas de “ciudades inteligentes” no cumplen las expectativas, no porque no existan las herramientas, sino porque a menudo se hace hincapié en la visibilidad y la infraestructura simbólica más que en el impacto.
Estas podrían ser características como quioscos digitales de alta tecnología en espacios públicos que sean visiblemente modernos y ofrezcan cierta utilidad y valor, pero que hagan poco para abordar los desafíos urbanos clave.
La realidad de la gobernanza urbana –desordenada, descentralizada y a menudo limitada– dista mucho de los tableros de control y simulaciones impecables que a menudo se prometen en el material promocional. Pero existe una manera de ayudar a unir los distintos aspectos de la vida de la ciudad, con la ayuda de los “gemelos digitales” (DT).
Gemelos digitales de ciudades
Gran parte de la atención inicial prestada a las ciudades inteligentes giró en torno a tecnologías individuales: instalar sensores, lanzar aplicaciones o crear centros de control. Pero estas herramientas a menudo funcionaban de forma aislada y ofrecían una visión limitada de cómo funcionaba la ciudad en su conjunto. Los gemelos digitales de ciudades representan un cambio de enfoque..
En lugar de superponer tecnología sobre sistemas existentes, una ciudad gemela digital crea una réplica virtual de esos sistemas. Conecta datos en tiempo real sobre transporte, energía, infraestructura y medio ambiente. Se trata de una especie de modelo vivo y evolutivo de la ciudad que cambia a medida que cambia la ciudad real.

Esto permite a los planificadores y a los responsables de las políticas probar decisiones antes de tomarlas. Pueden simular el impacto de una nueva carretera, evaluar el riesgo de inundaciones en un clima cambiante o comparar los resultados de diferentes opciones de uso de la tierra.
Utilizados de este modo, los gemelos digitales facilitan la toma de decisiones mejor informadas y con mayor capacidad de respuesta, que se ajustan mejor a la forma en que funcionan realmente las ciudades. No todos los gemelos digitales funcionan al mismo nivel.
Algunos ofrecen poco más que visualizaciones 3D, mientras que otros integran datos en tiempo real y admiten pruebas de escenarios complejos. Los más avanzados no sólo simulan la ciudad, sino que interactúan con ella.
¿Dónde trabajan los gemelos digitales?
Para gestionar el cambio urbano, algunas ciudades ya están utilizando gemelos digitales para respaldar la planificación a largo plazo y la toma de decisiones diarias, no solo como complementos.
En Singapur, el proyecto Virtual Singapore es uno de los gemelos digitales a escala de ciudad más avanzados del mundo. Integra modelos 3D de alta resolución de Singapur con datos históricos y en tiempo real de toda la ciudad.

La plataforma ha sido utilizada por agencias gubernamentales para modelar el consumo de energía, evaluar los impactos del clima y el flujo de aire de nuevos edificios, gestionar infraestructura subterránea y explorar opciones de zonificación basadas en riesgos como inundaciones en un entorno urbano altamente restringido.
En Helsinki, se utilizó el gemelo digital de Kalasatama para evaluar el potencial de la energía solar, realizar simulaciones de viento y planificar la orientación de los edificios. También se ha integrado en los procesos de participación pública: la plataforma OpenCities Planner permite a los residentes explorar los desarrollos propuestos y brindar comentarios antes de que comience la construcción.
Necesitamos una conversación más inteligente sobre las ciudades inteligentes
Para que las ciudades inteligentes importen, deben hacer más que simplemente verse bien. Tienen que resolver problemas reales, mejorar la vida de las personas y proteger la privacidad y la integridad de los datos que recopilan. Para lograrlo, es necesario construirlas con fuertes protecciones contra las amenazas cibernéticas. Una ciudad conectada no debería ser una ciudad más vulnerable.
El término “ciudad inteligente” siempre ha sido escurridizo: es más una aspiración que una definición. Esta ambigüedad dificulta medir si una ciudad se vuelve inteligente y cómo lo hace. Pero una cosa es segura: ser inteligente no significa inundar a los ciudadanos con aplicaciones y pantallas, ni envolver la vida pública en tecnología llamativa.
As cidades mais inteligentes podem nem sequer parecer digitais à superfície. Trabalhariam discretamente em segundo plano, recolheriam apenas os dados de que necessitam, coordená-los-iam bem e utilizá-los-iam para tornar a vida dos cidadãos mais segura, mais justa e mais eficiente.
Referência da notícia
Ville V. Lehtola, Mila Koeva, Sander Oude Elberink, Paulo Raposo, Juho-Pekka Virtanen, Faridaddin Vahdatikhaki e Simone Borsci. Digital twin of a city: Review of technology serving city needs. International Journal of Applied Earth Observation and Geoinformation (2022).