La NOAA y la NASA confirman que el agujero de ozono de este 2025 ha sido el quinto más pequeño desde 1992
El reporte conjunto de la NOAA y la NASA confirma que el agujero de ozono sobre la Antártida en 2025 fue el quinto más pequeño desde 1992, una señal consistente de recuperación atribuida a la estabilidad atmosférica del año y a las políticas globales que redujeron los compuestos destructores del ozono.

La extensión máxima registrada de la disminución de ozono alcanzó unos 22,86 millones de kilómetros cuadrados el 9 de septiembre, aunque ese número, aún enorme, se ubica muy por debajo del récord histórico de 2006. Según los especialistas, esta diferencia no solo refleja un año con condiciones meteorológicas más favorables, sino también el efecto acumulado del descenso progresivo de cloro y bromo en la estratosfera tras la eliminación global de los CFC. Las agencias remarcan que este comportamiento no es aislado, sino que forma parte de una tendencia consistente observada en los últimos años.
Un informe de la NOAA destaca además que el agujero comenzó a cerrarse aproximadamente tres semanas antes de lo habitual en la última década, lo que se interpreta como un síntoma de una dinámica estratosférica menos hostil para la conservación del ozono. Esta variación temporal es significativa porque está asociada a cambios en la temperatura, la estabilidad del vórtice polar y la cantidad de nubes estratosféricas polares, que son esenciales para que se activen las reacciones químicas que destruyen la molécula de ozono.
The ozone hole over Antarctica is slowly recovering, according to @nasa & @noaas long-term record.
— NASA Earth (@NASAEarth) November 24, 2025
This years ozone hole was the 5th-smallest on record, reaching an annual maximum extent of 8.83 million square miles on Sept. 9, 2025. https://t.co/becxmD6aKl pic.twitter.com/4glMTeXlng
Una temporada menos fría reduce esa química destructiva y favorece una recuperación más rápida. Aunque la reducción es significativa, los expertos subrayan que el proceso de restauración total sigue siendo muy lento y que aún estamos lejos de alcanzar los niveles de estabilidad previos a 1980, cuando la capa de ozono no mostraba señales de degradación global. La recuperación completa requiere no solo mantener la eliminación de sustancias reguladas, sino también reforzar la vigilancia sobre nuevos compuestos que puedan interferir en la química estratosférica.
Por qué este año marcó una diferencia
Las mediciones indican que la intensidad del vórtice polar antártico fue más débil que en temporadas anteriores, un factor clave porque este vórtice actúa como un contenedor que atrapa aire muy frío y favorece la formación de nubes estratosféricas polares.
Estas nubes funcionan como superficies químicas donde se liberan formas reactivas de cloro y bromo que destruyen rápidamente el ozono cuando regresa la luz solar en la primavera antártica. Al ser menos intenso, el vórtice de 2025 permitió temperaturas ligeramente más altas y una menor formación de estas nubes, limitando así la velocidad de degradación.

La NOAA explica que el valor mínimo registrado sobre el Polo Sur fue de 147 Unidades Dobson el 6 de octubre, una cifra considerablemente superior al mínimo histórico de 92 UD observado en 2006. Este punto mínimo es un indicador muy útil para evaluar el nivel de agotamiento químico, ya que refleja el momento del año en que la destrucción de ozono es más eficiente. Que este valor haya sido menos extremo sugiere que los procesos destructivos fueron más débiles y que la atmósfera mantuvo una mayor cantidad de ozono respecto a años anteriores con condiciones más agresivas.
El análisis también subraya que el cierre temprano del agujero no fue un evento azaroso, sino el resultado de una conjunción entre una meteorología más benigna y la disminución acumulada de los precursores químicos responsables del agotamiento. Los meteorólogos aclaran que la variabilidad anual continúa siendo alta y que un solo año favorable no garantiza un comportamiento idéntico en el futuro.
Sin embargo, la coincidencia entre una tendencia a largo plazo y temporadas puntualmente más suaves refuerza la idea de que el sistema avanza en la dirección correcta y responde de manera coherente a las políticas implementadas desde hace décadas.
La ciencia detrás de la recuperación
El Protocolo de Montreal, vigente desde 1987 y considerado el acuerdo ambiental más exitoso de la historia, continúa demostrando su eficacia al reducir la concentración de sustancias que destruyen el ozono, como los CFC, los halones y otros compuestos industriales ampliamente utilizados hasta finales del siglo pasado.
Los datos satelitales muestran un descenso sostenido en los niveles de cloro estratosférico desde el año 2000, lo que se refleja directamente en una reducción de la velocidad con la que se destruye el ozono durante la primavera antártica. Sin esta regulación internacional, la situación actual sería dramáticamente peor.

Estudios recientes publicados por la Organización Meteorológica Mundial y en revistas especializadas en química atmosférica estiman que la capa de ozono en las latitudes medias y en el Ártico podría recuperar niveles previos a 1980 hacia mediados del siglo veintiuno. En el caso de la Antártida, donde la destrucción es más severa debido a la presencia de un vórtice polar más fuerte y persistente, la recuperación completa podría demorarse hasta finales de la década de 2060.
Los investigadores advierten sin embargo que existe un grupo de sustancias emergentes, entre ellas el diclorometano, que no está regulado a escala internacional y cuyo uso industrial ha crecido en los últimos años. A pesar de ser un compuesto de vida corta, tiene la capacidad de llegar a la estratosfera y liberar cloro reactivo que contribuye al agotamiento del ozono.
Si su concentración sigue aumentando, podría ralentizar el proceso de recuperación y obligar a futuras revisiones del Protocolo de Montreal. La comunidad científica insiste en que estos riesgos deben ser monitoreados de manera constante para evitar retrocesos inesperados.