El increíble código secreto que los Mayas escondieron en los cielos
La antigua civilización Maya, famosa por su complejo calendario, escondió un asombroso código astronómico y recientes descubrimientos revelan cómo rastrearon los planetas, mostrando su profundo vínculo con el Universo.

¿Recuerdas la inquietud de 2012 por el calendario Maya? Pues más allá de la fantasía, uno de sus mayores misterios era un conteo de 819 días, un ciclo que aparecía en algunas versiones del calendario, y por mucho tiempo, nadie pudo explicar su propósito o cómo funcionaba.
El sistema maya se basaba en una "rueda calendárica", con tres ciclos entrelazados que incluía el Haab, un año solar de 365 días; un ciclo de 20 nombres; y el Tzolkin, un calendario sagrado de 260 días con 13 números y todos estos ciclos se alineaban cada 52 años.
No obstante, en monumentos de Palenque y Yaxchilán en México, se hallaron inscripciones de otro ciclo: la cuenta de 819 días, algo que no parecía aleatorio y debía esconder un gran secreto, pues el período estaba asociado a cuatro colores cardinales: negro al oeste, rojo al este, blanco al norte y amarillo al sur.
Curiosamente, el ciclo de 819 días podía dividirse en tres ciclos más pequeños: uno de 9, otro de 7 y uno de 13 días, cuya multiplicación resultaba en 819. El conteo a veces incluía el glifo de K'awiil, un dios poderoso al que su inscripción con humo o fuego sugirió una conexión con Júpiter o Saturno.

Esta idea inicial vinculaba estos 819 días con los períodos sinódicos de Júpiter o Saturno, el tiempo que tardan en volver a la misma posición vista desde la Tierra, pero algo no encajaba, pues este sistema era demasiado breve para alinearse perfectamente con los movimientos de todos los planetas visibles.
Las "líneas de tiempo" que revelaron un secreto
El gran avance llegó en 2023, cuando los expertos cambiaron su enfoque. ¿Y si no eran 819 días literales, sino "líneas de tiempo", una pequeña pieza de un calendario mucho más vasto? Necesitaban una base para esta teoría y Mercurio, con su periodo sinódico de 117 días, fue la clave.
Sorprendentemente, 819 dividido por 117 da 7, un número entero. Así, Mercurio encajaba perfectamente en el conteo, sirviendo como un punto de partida sólido para la investigación. Pero, ¿cómo lograr que el resto de los planetas se alinearan en este sistema?
La solución fue expandir el calendario a 20 periodos de 819 días, con lo que un patrón emergió, y los ciclos sinódicos de todos los planetas visibles encajaron armoniosamente. Saturno se alineaba cada seis ciclos, Venus cada cinco y Júpiter cada diecinueve.
Incluso Marte, el planeta más lento, se alineaba cada 20 ciclos, lo que equivale a unos 45 años. Este descubrimiento confirmó que los Mayas se referían a "líneas de tiempo", parte de un sistema calendárico más amplio de 20 periodos, ¡una genialidad oculta a plena vista!
Vínculos celestes entre astronomía y arquitectura
¿Por qué era tan importante para los Mayas estudiar los períodos sinódicos de los planetas? Ellos creían firmemente en la poderosa influencia del Cosmos en la vida diaria y posiblemente, buscaban cómo los movimientos planetarios se alineaban con sus otros calendarios sagrados.
Este sistema es sólo una muestra de su avanzado entendimiento astronómico y de sus conocimientos extremadamente específicos, como la capacidad de predecir eclipses solares con asombrosa precisión y rastrear la ubicación de planetas como Venus y Marte.

Su profunda conexión con las estrellas se reflejaba en la arquitectura de sus ciudades, tanto en la sagrada Chichén Itzá con la pirámide de Kukulkán que crea una ilusión de serpiente descendiendo por sus escalones durante los equinoccios, como en Tikal, Guatemala, donde existen complejos astronómicos precisos.
El Caracol, un observatorio en Chichén Itzá construido alrededor del año 906, era el lugar ideal para observar el cielo, con su escalera en espiral, permitía rastrear el Sol, la Luna y las estrellas a simple vista, sin telescopios. Un logro increíble para su época.
El legado de la paciencia
La idea de que los mayas fueran astrónomos entusiastas, construyendo obras arquitectónicas alineadas con el cielo, no es surrealista. Es similar a la teoría de las pirámides de Giza y su alineación con la constelación de Orión, aquí, los mayas simplemente aplicaron su visión cósmica a su mundo.
De hecho, la hipótesis de William Gadoury, un adolescente que sugirió que las ciudades Mayas se alineaban con constelaciones, aunque cuestionada y sin fundamentos científicos u observacionales, ilustra el fervor astronómico maya, él incluso buscó una ciudad perdida basándose en estos patrones celestes.
Aunque la teoría de Gadoury fue debatida por algunos arqueólogos, destaca que la arqueología espacial actual utiliza métodos similares con imágenes satelitales para descubrir civilizaciones perdidas, sabemos que los mayas eran observadores celestes, y eso es innegable.
Los mayas nos dejaron un legado de observación estelar, un testimonio de su ingenio y sabiduría. Su calendario y su desciframiento de los ciclos planetarios nos recuerdan su asombrosa capacidad para comprender el universo, un verdadero código secreto escondido en los cielos.