Cuando un terremoto a 400 km de distancia devastó la Ciudad de México: 40 años del evento que asombró a los geólogos

El 19 de octubre de 1985, hace 40 años, un potente terremoto en la costa oeste de México devastó la capital, Ciudad de México, ubicada a casi 400 kilómetros del epicentro, asombrando a los científicos.

terremoto en México
El 19 de septiembre de 2017, un nuevo y fuerte terremoto sacudió México, precisamente en el aniversario del gran terremoto del 19 de octubre de 1985.

El 19 de septiembre de 1985, uno de los terremotos más devastadores del siglo XX azotó México. Miles de personas murieron, especialmente en la capital del país, donde cientos de edificios se derrumbaron.

En la Ciudad de México, cientos de edificios se derrumbaron, se desataron numerosos incendios y el número de muertos ascendió rápidamente a más de cuatro mil víctimas (según estimaciones del gobierno mexicano). En realidad, la cifra exacta de víctimas nunca se ha esclarecido por completo.

Un ejemplo de ello fue el derrumbe de un hospital, donde, tras días de labores de rescate, varios recién nacidos fueron rescatados con vida, ilesos tras el derrumbe. Fue un caso que conmovió al mundo entero.

Ocurrió en el hospital de Juárez, que se derrumbó tras el terremoto: siete días después, tres recién nacidos (dos niñas y un niño) fueron rescatados de entre los escombros. Los niños, encontrados ilesos, habían estado atrapados bajo los escombros durante siete días, completamente solos y sin comida. Aún hoy, a esos recién nacidos, ahora adultos, se les recuerda como «niños milagro».

La catástrofe del 19 de septiembre de 1985, cuyo 40.º aniversario se acaba de conmemorar, también tuvo una característica singular que la convirtió en un caso de estudio, permitiendo a la sismología avanzar significativamente en el estudio de los terremotos y la propagación de las ondas sísmicas. Veamos.

El fenómeno geológico que causó devastación a casi 400 km del epicentro

El terremoto del 19 de septiembre de 1985, de magnitud 8.0, ocurrió en la madrugada a lo largo de la costa del Pacífico de México, cerca de Lázaro Cárdenas, en el estado de Michoacán, en la frontera con Guerrero.

Los efectos del terremoto fueron severos en la zona del epicentro, pero lo más sorprendente fue que los mayores daños se produjeron a más de 350 km de distancia, en Ciudad de México. En comparación con Italia, es como si el potente terremoto de L'Aquila en 2009 hubiera destruido la mitad de Florencia, una ciudad situada a casi 400 km al norte.

Mapa de México
La Ciudad de México se encuentra tierra adentro del país centroamericano, a cientos de kilómetros de la costa del Pacífico.

La zona costera del Pacífico, si bien sufrió daños muy graves (la intensidad en la escala MCS alcanzó el nivel IX), no experimentó la devastación que afectó a la capital. En la Ciudad de México, sin embargo, a casi 400 km tierra adentro, el sismo fue muy prolongado y devastador: cientos de edificios se derrumbaron y más de tres mil estructuras y viviendas resultaron gravemente dañadas, sobre todo en el centro de la ciudad.

La ciudad quedó sumida en el caos, hubo numerosos incendios y el número de muertos nunca se ha podido determinar, fluctuando entre 4.000 y 10.000.

El asombro de la comunidad científica

El terremoto de 1985 sorprendió y suscitó preguntas en la comunidad científica: normalmente, de hecho, los daños causados por los terremotos se distribuyen de forma más o menos concéntrica alrededor del epicentro, disminuyendo a medida que uno se aleja del lugar del terremoto.

A pesar de la potencia del terremoto, que se sintió hasta en Texas y Guatemala, fue sorprendente que los mayores daños se produjeran a casi 400 km del epicentro.

Además, surgió la pregunta: si Ciudad de México había sido tan gravemente afectada, ¿por qué ciudades como Guadalajara y Oaxaca, ubicadas aproximadamente a la misma distancia al norte y al sur, no habían sufrido ningún daño? ¿Y por qué muchas poblaciones situadas entre la costa del Pacífico y Ciudad de México habían permanecido intactas?

Los resultados: el descubrimiento del fenómeno geológico que ocurre en la Ciudad de México.

Tras numerosos estudios, surgieron los primeros resultados, que ahora son bien conocidos y aceptados por la comunidad científica. En esencia, el terremoto sufrió una amplificación sísmica cerca de la capital debido a las características únicas del subsuelo de la ciudad y la morfología local.

Tras numerosos estudios, surgieron los primeros resultados, que ahora son bien conocidos y aceptados por la comunidad científica. En esencia, el terremoto sufrió una amplificación sísmica cerca de la capital debido a las características particulares del subsuelo de la ciudad y la morfología local.

La ciudad, de hecho, se asienta en una cuenca montañosa cóncava rellena de sedimentos aluviales similares a los de un lago. Hasta hace unos miles de años, el lago de Texcoco se encontraba donde una vez estuvo la Ciudad de México, en cuyas orillas floreció el Imperio Azteca.

Los sedimentos que dejó el lago, mucho más “blandos” e incoherentes que las rígidas rocas volcánicas que bordean el valle, amplificaron enormemente las ondas sísmicas que llegaban allí desde la costa del Pacífico.

Esto se debe a la disminución de la velocidad de las ondas sísmicas superficiales, que se ralentizan al atravesar suelos sueltos, pero aumentan su amplitud y, por lo tanto, causan mayores daños. Además, la ralentización de las ondas también provoca un aumento en la duración del terremoto.

Este fenómeno, la amplificación, es bien conocido en geología y es por eso que es esencial conocer el terreno sobre el que se construyen las casas y la infraestructura para poder predecir el tipo de sacudida que se espera en caso de terremoto.

La doble resonancia

Otro fenómeno que ocurrió en la Ciudad de México y que incrementó aún más la destructividad del terremoto fue el de la doble resonancia: esencialmente, el suelo y las estructuras construidas por el hombre comenzaron a oscilar a la misma frecuencia, lo cual es la peor situación posible para la resistencia de las estructuras de hormigón armado.

Finalmente, la estructura morfológica de la cuenca en la que se asienta la ciudad, de forma cóncava y rodeada en sus bordes por cadenas montañosas, significaba que las ondas sísmicas rebotaban en los bordes, recorriendo la longitud y la anchura del valle varias veces, un poco como cuando se forman ondas en una cuenca llena de agua y comienzan a rebotar en cada lado, superponiéndose y sumándose unas a otras.

El conocimiento adquirido del estudio del terremoto de la Ciudad de México, junto con el de otros terremotos graves ocurridos en los años posteriores, nos permitió desarrollar el concepto de Respuesta Sísmica Local: esencialmente, las ondas sísmicas pueden sufrir cambios en amplitud, duración y frecuencia dependiendo del tipo de terreno que atraviesan localmente.