Starlink: ¿Luz del internet, sombra del Universo? La lucha de los astrónomos contra la interferencia a los telescopios

Los satélites de Starlink y Amazon prometen conexión global, pero afectan la astronomía, contaminan la atmósfera y amenazan los cielos oscuros que necesitamos para estudiar el universo.

Trazas de satélites Starlink en un startrail en Nuevo México (EE UU) poco después de su lanzamiento. Crédito: M. Lewinsky

Desde 2019, Starlink ha lanzado miles de satélites para brindar internet global y aunque su promesa tecnológica es valiosa, su presencia en el cielo ha generado serias preocupaciones entre astrónomos profesionales y aficionados; pues las megaconstelaciones reflejan luz solar y se hacen visibles en horas de observación astronómica.

Telescopios como el Hubble y observatorios en tierra han registrado estelas brillantes cruzando sus imágenes. Entre 2019 y 2021, más del 5 % de las imágenes astronómicas resultaron afectadas por estas trazas y los telescopios de gran campo, también han sufrido pérdidas significativas de información.

Estos rastros no son meros defectos visuales, en muchas ocasiones impiden detectar galaxias distantes, asteroides cercanos o señales débiles provenientes del universo primitivo y este tipo de interferencia afecta directamente la investigación científica que busca entender cómo se formaron las primeras estructuras del cosmos.

Además de SpaceX, Amazon se ha unido a esta tendencia con su Proyecto Kuiper que en abril de 2025 lanzó sus primeros 27 satélites y planea desplegar más de 3,200 unidades. La competencia por dominar el internet desde el espacio también podría significar la pérdida del cielo nocturno.

El efecto de los satélites en el cielo nocturno. Crédito: Reddit/josh_gold

Interferencias que van más allá de la luz

El problema no se limita a lo que vemos, pues muchos satélites emiten ondas de radio que interfieren con la radioastronomía, una rama clave para estudiar fenómenos como pulsares, ondas gravitacionales o el hidrógeno primigenio. Si bien, esta contaminación es invisible a nuestros ojos, es igualmente devastadora para la ciencia.

A diferencia de la luz visible, las ondas de radio requieren áreas protegidas de cualquier interferencia, por lo que los satélites operan en frecuencias legales, pero las emisiones no deseadas o las interferencias armónicas pueden dañar observaciones críticas, lo que representa una barrera para nuevos descubrimientos al perder sensibilidad en los radiotelescopios .

Organismos como la Unión Astronómica Internacional y la Sociedad Española de Astronomía han denunciado esta situación lanzando campañas para crear conciencia sobre el derecho a un cielo limpio, no solo visualmente, sino también electromagnéticamente, que permita seguir explorando el universo con precisión.

Frente a estas afectaciones, algunos observatorios están implementando inteligencia artificial para eliminar trazas digitales, sin embargo, esta solución es reactiva, no preventiva. Mientras más satélites se lancen, mayor será la necesidad de invertir en software costoso para rescatar datos dañados por una interferencia artificial evitable.

Un nuevo tipo de contaminación atmosférica

Otro efecto poco visible pero preocupante es la contaminación química causada por la desintegración de satélites al reingresar a la atmósfera, ya que cada unidad de Starlink puede liberar hasta 30 kilogramos de óxido de aluminio: un compuesto que puede dañar la capa de ozono al acumularse en la estratósfera.

Estudios recientes muestran que los niveles de metales como aluminio, magnesio y litio se han multiplicado ocho veces más en la alta atmósfera entre 2016 y 2022. Tan sólo en enero de 2025, más de 120 satélites Starlink reingresaron a la atmósfera, un fenómeno que ha encendido las alarmas en la comunidad científica.

Número de reentradas de satélites Starlink por días. Crédito: Jonathan McDowell/Harvard CfA

Estas partículas metálicas no sólo afectan la química del ozono, sino que también alteran la formación de nubes estratosféricas y en el largo plazo. Este tipo de contaminación podría cambiar la dinámica atmosférica, con consecuencias aún inciertas para el clima global y la radiación ultravioleta.

Los expertos han calificado este fenómeno como un “experimento descontrolado a escala planetaria” y a falta de regulación efectiva, los reingresos masivas se multiplicarán a medida que las megaconstelaciones envejezcan; para después cambiar las unidades antiguas por versiones nuevas, más potentes y posiblemente igual de contaminantes.

Soluciones en marcha y desafíos pendientes

SpaceX ha implementado medidas como recubrimientos antirreflectantes (“DarkSat”) y visores (“VisorSat”) para reducir el brillo de sus satélites, además de compartir datos orbitales para que astrónomos puedan planear sus observaciones evitando los cruces más problemáticos en las imágenes nocturnas, pero esto no sirve.

La inteligencia artificial también ha ganado terreno como herramienta para detectar y corregir el paso de satélites en imágenes astronómicas y algunas iniciativas, como Astrosat, que permite predecir sus trayectorias y evitarlos. Sin embargo, estas soluciones no sustituyen la necesidad de una regulación más estricta.

Algunos países y regiones como México, Chile y partes de Europa han comenzado a legislar en defensa de los cielos oscuros con leyes que buscan limitar la contaminación lumínica terrestre, pero también podrían extenderse a regular el impacto orbital. Sin duda alguna, la cooperación internacional será clave para lograrlo.

El equilibrio entre tecnología y ciencia requiere diálogo, innovación y voluntad política. La conectividad global no debe significar la pérdida del cielo estrellado, ni el debilitamiento de nuestra capacidad para investigar los secretos del universo. Desde nuestra trinchera podemos decir que la lucha por los cielos oscuros apenas comienza.