El avión más grande del mundo cumplirá una misión que nada tiene que ver con llevar pasajeros o mercancías

Diseñado para resolver un problema inesperado en la transición energética, este avión de más de 100 metros promete abrir nuevos caminos hacia donde no se puede llegar por tierra.

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Con 108 metros de largo y 24 de alto, el WindRunner será capaz de aterrizar en pistas sin pavimentar en zonas remotas. Crédito: Radia

En tiempos en que la emergencia climática exige creatividad e infraestructura, una empresa estadounidense propone una solución monumental y disruptiva: un avión que no transportará pasajeros o mercancías, sino las palas de las turbinas eólicas allí donde es muy difícil llegar por tierra.

La empresa es Radia, una compañía que se enfoca en soluciones para la energía eólica terrestre. Es liderada por el ingeniero aeroespacial Mark Lundstrom y en su equipo hay expertos provenientes de Boeing, Embraer y Bloom Energy.

El colosal avión se llama WindRunner y sus características son impresionantes: 108 metros de largo, 24 metros de alto, y una capacidad de carga de 72 toneladas, con un volumen interno 12 veces mayor que el de un Boeing 747. Podrá aterrizar en pistas cortas y sin pavimentar, lo que será clave para llegar a los sitios remotos donde suelen instalarse los parques eólicos.

El WindRunner podrá cargar estructuras de hasta 72 toneladas, con un volumen interno 12 veces mayor al de un Boeing 747. Crédito: Radia.

La energía eólica es una de las fuentes renovables más prometedoras, pero su desarrollo en tierra firme está limitado por una dificultad logística: las palas de las turbinas más eficientes —largas, delgadas, diseñadas para atrapar más viento incluso a baja velocidad— no pueden viajar por rutas comunes. Los túneles, puentes y curvas imponen un tope de unos 70 metros. Más allá de eso, simplemente no caben.

En el mar, ese límite no existe. Por eso las turbinas offshore han avanzado más rápido y son más grandes. Pero su instalación es más cara y compleja. ¿Qué pasaría si esas turbinas pudieran instalarse también en tierra firme?

El primer vuelo del WindRunner está previsto para antes de 2029, según anunció la empresa estadounidense Radia.

Esa es la pregunta que se hizo Mark Lundstrom, fundador de Radia. Inicialmente se consideraron alternativas como drones de carga pesada, dirigibles y sistemas modulares por tierra. Pero todas fueron descartadas por su alto costo, limitaciones técnicas o falta de viabilidad operativa a gran escala.

Así, el equipo de ingenieros de la compañía llegó a pensar en un avión gigantesco, capaz de llevar palas de hasta 105 metros directamente a sitios remotos, donde podrían instalarse turbinas de nueva generación.

El WindRunner tendrá una envergadura de unos 80 metros, ya que fue diseñado con alas altas y un tren de aterrizaje robusto para maniobrar en aeropuertos.

Aunque las palas de turbina superen los 100 metros de largo, el traslado hasta un aeropuerto no reviste mayores inconvenientes, ya que, en general, son distancias más cortas. En cambio, cuando hay que mover las partes de una turbina por cientos o miles de kilómetros, la complejidad aumenta y los puentes, curvas cerradas y túneles hacen imposible llegar a destino.

GigaWind: la otra cara de la innovación

Radia ya trabaja con socios como Aernnova, Leonardo y AFuzion en el desarrollo de esta aeronave, cuyo primer vuelo está previsto para antes de 2029.

La tecnología que el WindRunner busca habilitar tiene nombre propio: GigaWind. Así denomina Radia a su propuesta de turbinas terrestres XXL, con palas más largas, torres más altas y mayor eficiencia energética.

Según un estudio citado por la empresa, una flota operativa de WindRunners permitiría instalar en Estados Unidos una capacidad adicional de 216 gigavatios hacia 2050, lo que podría cubrir hasta el 40 % de la demanda eléctrica del país. El mismo análisis proyecta una reducción del 16 % en los costos de la energía, y una caída significativa en las emisiones: hasta 760 millones de toneladas métricas de CO² menos por año.

Una solución monumental a un problema silencioso: el transporte terrestre de turbinas eólicas de nueva generación.

El reto no es tecnológico, sino logístico”, explicó Lundstrom en una entrevista reciente. “Ya sabemos cómo fabricar estas turbinas. Lo que faltaba era una forma de moverlas”.

Aunque parezca contradictorio usar aviones para avanzar en la transición energética, Radia asegura que cada vuelo del WindRunner compensará con creces sus emisiones. La lógica es sencilla: al permitir turbinas más grandes, se generará más energía renovable y se desplazarán fuentes fósiles más contaminantes.

Si cumple su promesa, el WindRunner no solo será el avión más grande del mundo. También será una pieza clave para desatar el verdadero potencial de la energía eólica terrestre.