Guía completa para multiplicar tus Aloe Vera y tener un botiquín eterno en tu casa
Conocer la biología de esta suculenta te permite tener un suministro inagotable. Te compartimos el paso a paso para identificar, separar y curar los hijuelos, asegurando que cada nuevo brote prospere.

Las múltiples propiedades y beneficios del Aloe Vera son conocidos. Su gel, famoso por aliviar quemaduras, hidratar la piel y contribuir al bienestar general, es un recurso doméstico valiosísimo. Pero, además de sus propiedades medicinales y cosméticas, esta planta se destaca por su autosuficiencia.
El secreto está en su biología: una sola planta madre puede convertirse en la fuente de un jardín entero. Dominar el arte de la propagación por hijuelos es la clave para obtener un suministro ilimitado de ejemplares fuertes. Es un proceso que conjuga economía, sostenibilidad y el placer de la jardinería. A continuación te lo detallamos.
La estrategia de los hijuelos
Para multiplicar el Aloe, primero debemos entender su biología. El Aloe es una suculenta perenne que crece en forma de roseta, con hojas gruesas dispuestas en círculo.
Su método de reproducción clave es a través de brotes laterales que surgen de la base o del sistema radicular. Estos pequeños vástagos, conocidos como hijuelos, son clones genéticos que, al crecer en exceso, compiten directamente por los recursos y pueden comprometer la vitalidad de la planta madre.

El Aloe también posee un sistema de raíces superficiales y expansivo, que demanda un suelo bien aireado y con excelente drenaje para evitar el encharcamiento, que es su principal enemigo.
Multiplicarlo: el momento ideal y la selección del candidato
El tiempo es crucial en la propagación. El mejor momento para realizar la multiplicación es durante el periodo de crecimiento activo de la planta, idealmente en primavera o principios del verano. En estos meses cálidos, la capacidad de la planta para recuperarse y establecer nuevas raíces es máxima.
¿Cómo identificar un hijuelo listo para separarse? La primera fase de la propagación es la observación paciente. Los hijuelos no surgen de inmediato, sino que aparecen como pequeños brotes verdes en la base de la planta madre o directamente desde el suelo, indicando que el sistema radicular tiene espacio y energía para la reproducción.

Es necesario remover suavemente la tierra cerca del tronco para inspeccionar si la planta ha comenzado a dar estos vástagos. Una vez confirmada su presencia, el siguiente paso es esperar a que alcancen la madurez adecuada para el trasplante.
Es fundamental ser selectivo. Solo los hijuelos que cumplen con estos dos requisitos tienen altas probabilidades de supervivencia:
- Tamaño mínimo: deben medir al menos 8 a 10 centímetros de altura
- Raíces propias: es indispensable que el brote muestre raíces visibles emergiendo de su base.
Separar brotes más pequeños o débiles suele resultar en el fracaso de la nueva planta.
Preparación y el ritual de curado
La preparación es la clave para un trasplante exitoso y libre de infecciones. Usá un cuchillo o tijeras de jardinería limpios y esterilizados. Vas a necesitar macetas pequeñas con buen drenaje.
El Aloe es sensible al exceso de humedad. Usá una mezcla específica para suculentas o cactus, o mejórala añadiendo arena gruesa o perlita.
Extracción y corte: retirá la planta madre de su maceta y cepillá la tierra para exponer la base. Con el cuchillo esterilizado, realizá un corte limpio para separar el hijuelo, asegurándote de que conserve sus propias raíces.

Curado: una vez separados, déjalos en un área seca y con sombra por un lapso de 24 a 48 horas. Esto es un proceso crucial conocido como curado, donde el tejido de corte forma una capa selladora similar a un callo, indispensable para prevenir la entrada de humedad y la subsecuente pudrición una vez que se planten.
Plantación: enterrá solo las raíces del hijuelo en el nuevo tiesto con sustrato. Presioná el suelo suavemente para estabilizarlo. No riegues durante la primera semana.
Riego y luz: hábitos cruciales para la supervivencia
En cuanto al riego, aplicá esta regla de oro: solo regá cuando la tierra esté completamente seca al tacto. Esto es más frecuente en verano y esporádico en invierno (meses de latencia). El exceso de humedad es la causa número uno de muerte de esta planta.
El Aloe requiere mucha luz para crecer fuerte. Empezá colocando los hijuelos en un lugar con luz brillante indirecta. Luego, acostumbralo gradualmente a una exposición solar más directa, si es posible, unas 6 a 8 horas diarias. La exposición solar repentina y fuerte puede quemar las hojas.
La paciencia es una virtud esencial en el cultivo de Aloe. Un hijuelo recién plantado necesitará de seis a doce meses para alcanzar la madurez suficiente, establecer un sistema de raíces robusto y empezar a crecer activamente. Una vez que este hijuelo se convierte en una planta adulta sana, generalmente comenzará a producir sus propios hijuelos de propagación en los siguientes doce a dieciocho meses.
Al integrar estas prácticas precisas de selección, curado y cuidado, tendrás una planta madre vigorosa que continuará produciendo hijuelos sanos, asegurando así un suministro interminable de esta maravilla botánica.