Montañas en alerta: estudio muestra pérdida acelerada de vegetación
Un estudio internacional ha cartografiado en alta resolución la pérdida de vegetación en las montañas entre 2000 y 2020. El avance humano y los fenómenos climáticos extremos impulsan la degradación y aumentan los riesgos.

Las montañas protegen manantiales, regulan el clima local y albergan comunidades enteras que dependen de suelos estables y agua limpia. Un nuevo estudio publicado en la revista científica Nature Communications revela que estos paisajes están perdiendo cobertura vegetal de forma generalizada y desigual en todo el planeta.
El trabajo no es solo un mapa atractivo: atribuye las causas de las pérdidas. La mayoría están vinculadas a la expansión humana (principalmente la agricultura), pero eventos naturales como sequías, incendios y deslizamientos de tierra también son frecuentes en algunas regiones. Para los países latinoamericanos y andinos, esto alerta sobre riesgos combinados: presión sobre el suelo, calentamiento global y precipitaciones extremas.
¿Dónde y cuánto se perdió?
El análisis global con una resolución de 30 metros muestra que la pérdida de vegetación montañosa es significativa y se distribuye en varios continentes.
Proporcionalmente, Oriente Medio, África Subsahariana y Asia Central aparecen como "puntos críticos", con una proporción significativa de la superficie al inicio del período.

Estas pérdidas no son todas iguales. Los bosques representan más de la mitad de la reducción cartografiada, seguidos de los pastizales y matorrales. En zonas con terreno accidentado, la deforestación a pequeña escala y los incendios pueden provocar erosión y deslizamientos de tierra, extendiendo el impacto más allá del desmonte inicial. También existe un componente preocupante: algunas de las pérdidas ocurrieron dentro de áreas protegidas, lo que sugiere fallas en la gestión y la supervisión.
¿Qué hay detrás de las pérdidas?
El estudio atribuye “factores impulsores” a los cambios observados, lo que ayuda a separar las tendencias humanas de los eventos extremos.
- Expansión agrícola: conversión de laderas y valles en cultivos y pastos.
- Crecimiento urbano e infraestructura: carreteras, urbanizaciones y minería.
- Fenómenos climáticos extremos: sequías prolongadas, incendios y fuertes lluvias que provocan deslizamientos de tierra.
- Interacciones en cascada: el uso mal planificado del suelo aumenta la vulnerabilidad a los desastres.
En la práctica, estos factores se combinan. Una sequía severa, por ejemplo, debilita la vegetación; sumada al uso del fuego para la limpieza, aumenta el riesgo de incendios a gran escala. Posteriormente, las fuertes lluvias sobre suelos expuestos provocan deslizamientos de tierra, completando un ciclo de degradación difícil de revertir.
Por qué esto es importante y qué hacer
Las montañas actúan como depósitos naturales de agua. Cuando se pierde la cobertura vegetal, la infiltración y el almacenamiento disminuyen, la escorrentía y los sedimentos en los ríos aumentan, y el riesgo para las ciudades río abajo se incrementa. En términos de biodiversidad, muchas especies de gran altitud tienen distribuciones limitadas; la pérdida de fragmentos de hábitat las lleva al límite.
Los resultados ofrecen un mensaje directo para las políticas públicas y la gestión local. El monitoreo de alta resolución, centrado en las montañas, nos permite priorizar áreas críticas para la restauración y fortalecer la eficacia de las unidades de conservación.
Las herramientas de planificación territorial, como la zonificación ecológico-económica, los corredores de vegetación y las prácticas agrícolas de conservación (terrazas, cobertura vegetal, agroforestería), reducen la erosión y estabilizan las laderas. Además, ante fenómenos meteorológicos más extremos, la integración de la alerta temprana de sequías e incendios en la gestión de cuencas hidrográficas puede evitar que un evento se convierta en un desastre.
Referencia de la noticia
Global loss of mountain vegetated landscapes and its impact on biodiversity conservation. 9 de outobro. Yang, C., et al.