Deshielo en la Antártida reveló los restos de un explorador británico desaparecido en 1959

Un glaciar que retrocede por el cambio climático expuso los restos de un joven británico que cayó a una grieta en 1959. Su cuerpo, hallado intacto con pertenencias personales, pone fin a una búsqueda de décadas.

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La base científica Henryk Arctowski, operada por Polonia, fue clave en el hallazgo. Sus investigadores recuperaron los restos y objetos personales del joven caído en 1959.

Durante más de seis décadas, los restos de Dennis “Tink” Bell estuvieron atrapados en el corazón del glaciar Ecología, en la remota isla Rey Jorge, uno de los rincones más implacables de la Antártida. El joven meteorólogo británico había desaparecido el 26 de julio de 1959 tras caer en una grieta durante una expedición y su cuerpo jamás fue recuperado… hasta ahora.

En enero de 2025, un equipo de científicos polacos de la estación Henryk Arctowski halló fragmentos óseos humanos y varios objetos personales al pie del glaciar, arrastrados por el lento movimiento del hielo. Entre ellos, una radio, una pipa, un reloj de pulsera, restos de equipo militar y utensilios de campaña que permanecieron congelados durante más de medio siglo.

La identificación de los restos confirmó lo que parecía imposible: Dennis Bell había sido encontrado. Aquel joven de 25 años, oriundo de Londres y obsesionado con las hazañas del capitán Robert Scott, se convirtió en una figura simbólica para toda una generación de exploradores antárticos que dieron su vida por la ciencia en condiciones extremas.

Un joven con alma de explorador y pasión por los perros

Dennis había llegado a la isla Rey Jorge en 1958 como parte del Falkland Islands Dependencies Survey, la institución que más tarde daría origen al British Antarctic Survey. Fue asignado a la estación de Bahía Almirantazgo, donde compartía base con una docena de hombres que enfrentaban juntos el aislamiento absoluto y el frío cortante de la región polar.

Como meteorólogo, lanzaba globos para medir las condiciones atmosféricas y enviaba reportes por radio cada tres horas, incluso durante tormentas y noches sin luz.

Bell también era conocido por su fuerte vínculo con los perros husky que se usaban para tirar de los trineos en las misiones de reconocimiento. Crió dos camadas y se ocupaba con ternura y disciplina del cuidado de cada animal, entendiendo que dependían de ellos para moverse en ese territorio salvaje e inexplorado.

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Muchos glaciares están dejando al descubierto materiales atrapados durante décadas. La Antártida, hoy escenario de exploración científica, también es un vasto cementerio de historias olvidadas.

La comunicación con sus seres queridos era mínima, y un mensaje grabado desde los estudios de la BBC en Londres fue su único contacto directo con su familia durante las fiestas. Aún así, Dennis mantenía el entusiasmo intacto, sostenido por el sentido de propósito que lo había llevado hasta ese rincón lejano del mundo.

Una grieta en el hielo, un silencio eterno y un duelo sin cierre

El accidente ocurrió durante una expedición junto a Jeff Stokes, su compañero de ruta en aquella jornada de inspección glaciológica. La nieve era tan profunda que los perros comenzaron a agotarse, y Dennis decidió adelantarse sin usar esquíes para animarlos, lo que lo expuso a un terreno inestable que ocultaba una grieta letal.

Cayó repentinamente, pero logró responder a los gritos de Jeff y se sujetó a una cuerda que bajaron hasta él. Sin embargo, al intentar ser izado, el cinturón con el que se había atado se rompió justo cuando alcanzaba el borde, y su cuerpo volvió a caer en la grieta sin emitir más sonidos.

Dado el peligro del terreno, los esfuerzos de recuperación fueron descartados, y el informe oficial del British Antarctic Survey se limitó a informar que Dennis había muerto y que el trineo regresaría con sus pertenencias si el hielo lo permitía.

En Londres, un joven David Bell abrió la puerta de su casa y recibió el telegrama que informaba la muerte de su hermano. Tuvo que subir las escaleras y darle la noticia a sus padres, quienes nunca lograron superar la pérdida, especialmente su madre, que no podía mirar fotografías de Dennis ni hablar de él sin quebrarse.

Un reencuentro inesperado que viajó con el deshielo

Décadas más tarde, en 2015, el British Antarctic Monument Trust organizó una expedición simbólica para familiares de los 29 científicos británicos que murieron en el Territorio Antártico. David Bell, ya mayor, participó en ese homenaje y escuchó cómo el barco en el que viajaban detenía su marcha frente a la isla Rey Jorge para sonar su sirena en recuerdo de Dennis.

Aquella ceremonia silenciosa le ofreció a David algo de paz, como si ese gesto, aunque simbólico, le permitiera cerrar una historia que se había quedado congelada en el tiempo. Nunca imaginó que diez años después el glaciar devolvería literalmente a su hermano desde las profundidades del hielo.

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Paisaje helado y desolado de la península Antártica. En estas condiciones extremas, Dennis Bell vivió sus últimos meses entre perros de trineo, instrumentos meteorológicos y total aislamiento.

El cambio climático está acelerando el retroceso de glaciares en toda la Antártida, incluido el glaciar Ecología, que arrastró los restos de Bell hasta una zona donde finalmente salieron a la superficie. Los científicos polacos, conscientes del valor histórico y humano del hallazgo, documentaron todo y colocaron un marcador GPS para no perder nuevamente la ubicación.

La recuperación requirió cuatro viajes por un terreno hostil, lleno de grietas y pendientes peligrosas. Los investigadores lograron rescatar no solo los huesos, sino también bastones de esquí de bambú, fragmentos de tiendas militares, recipientes de vidrio y otros objetos que hablaban del tiempo detenido.

"Lo han encontrado, ha vuelto a casa"

El compañero que estuvo con él en su último día, Jeff Stokes, falleció semanas antes del hallazgo, sin llegar a saber que su amigo sería finalmente encontrado. En cambio, David y su hermana Valerie sí podrán despedirse con la certeza de que Dennis, después de 65 años, vuelve a casa.

Planean enterrarlo en Inglaterra, cerrando un duelo que nunca tuvo una tumba, ni un cuerpo, ni palabras finales. “Es maravilloso; ha vuelto a casa”, dijo David conmovido en declaraciones a la BBC.

El hallazgo, más allá del impacto familiar, invita a reflexionar sobre el legado de quienes exploraron el mundo cuando aún no había GPS, ni rescates aéreos, ni comunicación en tiempo real. Dennis Bell murió solo en un desierto helado, pero su historia sobrevivió en los registros, en la memoria y ahora en los hielos que se retiran.

Como dijo uno de los científicos que participaron en la recuperación, el hallazgo es también una oportunidad para valorar el sacrificio de aquellos hombres que trabajaron en condiciones extremas por el conocimiento. Dennis fue uno de ellos, y ahora su historia se cierra no en la grieta que lo sepultó, sino en el reencuentro que lo devuelve a su tierra natal.