En la nieve de la Antártida apareció algo que usamos todos los días, y no debería estar ahí

Es el continente más aislado del planeta, donde el viento corta el silencio y la presencia humana es mínima. Sin embargo, un estudio encontró en su nieve señales claras de nuestra rutina diaria. La pregunta es: ¿cómo llegaron hasta ahí?

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Nuestros productos cotidianos ya se encuentran en todo el mundo

La Antártida tiene algo de laboratorio natural y algo de símbolo moral. Es el rincón más extremo del planeta, donde se prueba hasta dónde puede adaptarse la vida y qué tan lejos puede llegar la influencia humana. Un nuevo estudio vino a recordarnos que incluso ese lugar blanco, remoto y aparentemente intacto, ya no está tan aislado como creemos.

Durante el verano austral 2021–2022, un grupo de investigadores italianos recolectó muestras de nieve en 18 puntos costeros del Mar de Ross, algunos cercanos a bases científicas, otros a cientos de kilómetros de cualquier instalación humana. Viajaron en helicópteros que ya iban a la zona por otros motivos, para minimizar su propia huella. Pero lo que hallaron al volver al laboratorio fue otra historia.

En cada una de las 23 muestras analizadas aparecieron sustancias químicas asociadas a productos de cuidado personal. Cosméticos, filtros solares, perfumes, hasta ingredientes comunes en champús y jabones. Todo eso flotando en la nieve virgen de la Antártida.

De los estantes al hielo

Lo que encontraron los investigadores no eran microplásticos ni residuos visibles. Eran compuestos orgánicos semivolátiles, productos químicos que usamos en forma cotidiana sin pensarlo demasiado. Son ingredientes funcionales, que conservan, perfuman, protegen del Sol o ayudan a que algo se mezcle con otra cosa.

Entre ellos se destacaron tres familias: los salicilatos, presentes en lociones y medicamentos; los filtros UV, clave en protectores solares (y con efectos ambientales preocupantes); y los almizcles, esas fragancias que suelen impregnar jabones, detergentes o cremas. Todos estaban presentes en distintas concentraciones, y algunos -como el polémico octocrileno- adheridos a partículas sólidas, lo que sugiere trayectos largos y complejos.

¿Desde dónde llegaron?

Si uno piensa en una fuente cercana, la respuesta más obvia sería la estación de investigación Mario Zucchelli, la base más próxima a las muestras, donde científicos y técnicas conviven en turnos estacionales. Pero los análisis de aguas residuales no coincidieron con los perfiles químicos hallados en la nieve. La proporción de compuestos no se alineaba con lo que salía del campamento humano.

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En la nieve se encontró rastros de shampoo, jabón y protector UV

Eso abre otra posibilidad más inquietante: que esos químicos hayan viajado desde lugares muy, muy lejanos, como lo hicieron décadas atrás los pesticidas persistentes tipo DDT, que terminaron congelados en el hielo antártico tras cruzar la atmósfera. Solo que, a diferencia de esos contaminantes históricos, muchos de los compuestos actuales, como los PCP (Personal Care Products), se degradan más fácilmente. En teoría.

Pero la teoría no siempre se cumple.

Lo que el viento arrastra

Una pista importante surgió al comparar muestras tomadas en distintos momentos del verano. Hacia el final de la temporada, las concentraciones de contaminantes eran hasta diez veces mayores que al comienzo. ¿Una coincidencia? No tanto.

El Programa de Monitoreo y Evaluación del Ártico y el Comité Científico de Investigación Antártica han promovido la investigación sobre los componentes del PCP y la creación de planes de monitoreo para rastrear su presencia en los polos.

Durante el verano antártico, cambian los vientos predominantes. En vez de soplar desde la meseta helada hacia la costa, como ocurre durante el invierno, los flujos atmosféricos vienen desde el océano hacia el interior. Y con ellos podrían estar llegando partículas cargadas de lo que usamos en casa, en el gimnasio o en la playa, en algún lugar del mundo.

Algo parecido ya se había observado en el Ártico, donde otro estudio halló PCP en las nieves del archipiélago de Svalbard. Las rutas de transporte atmosférico apuntaban al norte de Europa y Rusia. Y la pregunta volvió a surgir: ¿estamos subestimando la capacidad de estos contaminantes para viajar?

La huella invisible

Quizás el hallazgo más inquietante del estudio no sea la presencia de estas sustancias, sino su normalidad. Porque no hablamos de vertidos industriales ni accidentes con sustancias tóxicas. Hablamos de residuos químicos de cosas que usamos todos los días. Perfumes, cremas, jabones. Lo cotidiano, lo inofensivo, lo invisible.

Como dijo uno de los investigadores, "allí donde vamos los humanos, llevamos nuestros contaminantes". A veces en la valija, a veces en forma de moléculas flotando a miles de metros de altura.

El hielo antártico, que alguna vez sirvió como archivo climático del pasado, ahora también registra nuestra química del presente.

Referencia de la noticia:

Genuzio, G.: Seasonal variability of Personal Care Products in Antarctic snow, EGU General Assembly 2025, Vienna, Austria, 27 Apr–2 May 2025