El viaje imposible de la Monarca: usan un "GPS" magnético en sus antenas para no perderse en su viaje a México

Cada otoño, las mariposas monarca cruzan un continente entero hasta llegar a los bosques del centro de México, guiadas por su brújula natural. Ciencia, tradición y evolución para teñir de naranja el invierno mexicano.

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Las monarcas se concentran casi por completo en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, entre Michoacán y el Edo. de México, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Cada noviembre, el cielo se llena de alas naranjas. Alas que cargan la historia de sus antepasados, y para muchos, las almas de nuestros muertos que regresan a casa para abrazar una vez más a sus seres queridos. Y cada otoño, las mariposas Monarca emprenden un viaje que, aunque pareciera improbable, sigue trayendo memoria, conexión y vida a México.

Cada año, millones de mariposas Monarca vuelven al mismo destino: los santuarios de oyamel y pino en Michoacán y el Estado de México. Su llegada marca el inicio del invierno y allí hibernan de noviembre a marzo.

Recorren casi 4 000 kilómetros desde Canadá y Estados Unidos, mayormente desde la zona entre las Montañas Rocosas y los Grandes Lagos de Norteamérica, hasta los bosques templados del centro de México. Un trayecto que su especie ha memorizado generación tras generación, aunque ninguna monarca repite el viaje.

Entre marzo y abril, cuando el calor despierta al bosque y los días se hacen más largos, las monarcas emprenden el viaje de regreso al norte. Pero no son las mismas que viajaron al sur en otoño. La generación que llega a México —llamada “generación Matusalén”— vive unos 8 a 9 meses, mucho más que las generaciones veraniegas (que solo viven 4-6 semanas).

Y no todas llegan al norte: esa generación muere en el camino, dejando su legado en huevos en el norte de México y sur de Estados Unidos. Descendientes que, al nacer, continúan la travesía heredada de sus progenitores. Son las bisnietas de aquellas que partieron las que volverán a México el siguiente otoño, completando el ciclo migratorio más asombroso del mundo de los insectos.

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En las mejores temporadas, más de 250,000 visitantes son testigos de este milagro migratorio.

Porque hay conexiones que no necesitan palabras, brújulas ni coordenadas. Las Monarcas lo saben, llevan su destino escrito dentro, no afuera. Pero, ¿cómo se orienta un ser de apenas medio gramo para cruzar montañas, tormentas y fronteras? La respuesta, por fin, empieza a revelarse.

Brújula interna

Aunque es difícil de creer, las Monarcas llevan brújula. Y no, no es metáfora, realmente se trata de una brújula biológica, que les indica el rumbo incluso cuando el Sol desaparece entre nubes. Es tipo "GPS" natural calibrado a base de evolución. Y así, mientras los humanos aún lidiamos con Waze y Google Maps, las Monarcas llevan entre 10,000 y 20,000 años migrando sin batería, sin wifi y sin errores de ruta.

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La cantidad de mariposas Monarca que llega a México varía cada invierno según las condiciones climáticas, la disponibilidad del algodoncillo y los vientos.

En 2014, un grupo de investigadores descubrió que las Monarcas no solo se guían por el Sol, también cuentan con una brújula magnética. Porque las Monarcas son capaces de.. ¿sentir?... el magnetismo del planeta y usarlo para orientarse durante su migración. Pero... ¿cómo lo hacen?

En 2021 llegó la respuesta. Otro grupo de investigadores descubrieron que una proteína llamada criptocromo 1, ubicada en las antenas y los ojos de las Monarcas, reacciona tanto a la luz azul como al magnetismo terrestre. Esa reacción genera una señal química que el cerebro de la mariposa interpreta como una dirección.

Una proteína llamada criptocromo 1, ubicada en las antenas y los ojos de las Monarcas, reacciona tanto a la luz azul como al magnetismo terrestre, generando una señal química que su cerebro interpreta como una dirección.

En otras palabras, las mariposas Monarca literalmente ven el campo magnético del planeta. Esta proteína en sus ojos y antenas reacciona a los cambios en el campo magnético terrestre, y ayudan a la mariposa a mantener su rumbo incluso cuando el cielo está nublado y el Sol brilla por su ausencia.

Alas, viento y destinos compartidos

El viaje de la Monarca no es individual. Cada generación cumple solo una parte del trayecto. Es un milagro migratorio que combina biología, meteorología y herencia, mientras cada ala late con la información codificada de quién fue y adónde debe ir.

Las condiciones atmosféricas también son clave. Las Monarcas aprovechan los vientos dominantes del norte y las corrientes cálidas que ascienden del Golfo de México durante su viaje. Si el viento cambia, ellas se adaptan; si hay tormenta, esperan. Pocas veces se equivocan: tienen mejor porcentaje de aciertos que los meteorólogos más experimentados.

Donde el bosque se viste de alas

Cuando llegan a México, el espectáculo es tan único que el aire parece pintado de un denso naranja. Cada hectárea de oyamel puede albergar entre 10 y 50 millones de mariposas. El aire zumba suave, los árboles se cubren de hojas vivas, y el silencio solo es interrumpido por el batir de alas. Un escenario idóneo para conectar con la naturaleza y para grabar recuerdos increíbles.

La temporada oficial va de noviembre a marzo, pero el mejor momento para visitarlas es entre enero y febrero, cuando la colonia está más estable y activa.

La invitación se hace desde los santuarios de El Rosario, Sierra Chincua y Senguio (Michoacán), o Piedra Herrada (Estado de México). La temporada oficial va de noviembre a marzo, pero el mejor momento para visitarlas es entre enero y febrero, cuando la colonia está más estable y activa.

Conviene llegar temprano, caminar en silencio y dejar que el Sol haga su magia según despierta el día. Mientras se calienta el bosque, las Monarcas despiertan y levantan el vuelo, iniciando una danza alada que parece suspendida en el tiempo.

De retos y climas cambiantes

Pero este espectáculo también está en riesgo y cada año su vuelo se vuelve más una hazaña. El cambio climático, la deforestación y los herbicidas en el norte de América están reduciendo la población de Monarcas de manera alarmante.

Las olas de calor, la sequía y los inviernos erráticos confunden su brújula biológica y alteran los tiempos de floración del algodoncillo, su planta esencial. En 2025, el conteo oficial del Monarch Butterfly Biosphere Reserve reportó una disminución de más del 50 % respecto al promedio de la última década. Hoy, cada mariposa que llega es, literalmente, una sobreviviente.

Como migrante, encuentro algo profundamente humano en esta historia. Ese viajar sin garantías, confiar en la intuición y encontrar el camino aunque el cielo esté nublado. Símbolos de resiliencia, de seguir volando aunque cambie el viento y confiar en ese destino que vale la pena encontrar.

Referencia de la noticia:

A magnetic compass aids monarch butterfly migration. 2014. Patrick A. Guerra, Robert J. Gegear y Steven M. Reppert. Nature Communications 5(1).

Cryptochrome 1 mediates light-dependent inclination magnetosensing in monarch butterflies. 2021. Guijun Wan, Ashley N. Hayden, Samantha E. Iiams y Christine Merlin. Nature Communications 12(771).