Bosques en llamas: la actividad humana hace que la temporada de incendios sea 40 días más larga

Un estudio revela cómo nuestras actividades han prolongado la temporada de incendios forestales en 40 días, amenazando ecosistemas globales y agravando el cambio climático en un loop sin fin.

Incendios forestales
Los incendios forestales en el verano 2024-2025 fueron históricos por su magnitud en Sudamérica. El ocurrido en El Bolsón, Argentina, tomó más de dos meses extinguirlo.

En febrero de 2025, Sudamérica enfrentó su peor temporada de incendios, con más de 79 millones de hectáreas arrasadas. Parques nacionales como Lanín y Nahuel Huapi en Argentina perdieron casi 50.000 hectáreas, con evacuaciones masivas y temperaturas que superaron los 40°C, tres grados por encima de lo normal. No fue un evento aislado; en Chile, focos similares cruzaron fronteras, recordándonos que el fuego no respeta mapas.

En la Unión Europea, han ardido más de un millón de hectáreas en lo que va del año, siendo esta la cifra más alta desde que hay registros (2006), y España está a la cabeza con 403.000 hectáreas quemadas. Los incendios forestales masivos en Turquía, Grecia y Chipre dejaron 20 muertos y obligaron a evacuar a más de 80.000 personas.

Pero, ¿por qué estos desastres parecen repetirse con más fuerza en todo el planeta? La respuesta está en un estudio reciente de la Universidad de Tasmania, que destapa una verdad incómoda: nuestras acciones diarias han estirado la temporada de incendios forestales en todo el mundo por un promedio de 40 días.

Incendios forestales: la huella humana

Piensa en el fuego como un reloj natural. Antes, los incendios se encendían principalmente por rayos durante épocas secas específicas, cuando el relámpago encontraba vegetación lista para arder —como hojas secas que actúan de combustible fácil. Los ecosistemas, desde sabanas hasta bosques, estaban adaptados a ese ritmo: plantas y animales sabían cuándo "activar" su defensa o regeneración.

Pero ahora, con el calentamiento global elevando las temperaturas y secando el aire, ese combustible se prepara más rápido y dura más.

El estudio de la Universidad de Tasmania (Australia) analizó datos de humedad en más de 700 regiones mundiales y comparó igniciones naturales con las humanas, como quema agrícola o accidentes. Resultado: más del 50% del área quemada ocurre fuera de esa ventana natural, desajustando todo el ciclo. Es como si hubiéramos hackeado el software de la naturaleza, y el calentamiento global acelera el error.

El equipo liderado por el Dr. Todd Ellis deja claro que no son solo los rayos los culpables. Nuestras prácticas —desde el desmonte para cultivos hasta la quema controlada que se sale de control— han transformado el "cuándo" de los incendios. En praderas tropicales, la temporada se alarga hasta tres meses, y en bosques boreales remotos, como los de Canadá o Siberia, el fuego irrumpe en épocas que antes eran seguras.

"Antes de los humanos, los incendios pasaban cuando un rayo caía en condiciones secas", explica Ellis. Ahora, con igniciones humanas en cualquier momento, el promedio global sube 40 días. Esto no es solo estadística: significa más humo en el aire, más riesgo para comunidades y un ciclo vicioso donde los incendios liberan CO2 que calienta más el planeta.

A esto se suma el calentamiento global, que actúa como un amplificador.

Temperaturas más altas evaporan la humedad del suelo y las plantas, haciendo que el "combustible vivo" —árboles y pastos— se seque antes. Según la NASA, el cambio climático ha duplicado el área quemada en el oeste de EE.UU. desde 1984, y un informe de la EPA indica que sequías prolongadas, impulsadas por el aumento de 1.1°C en la temperatura global, extienden la estación de fuego en semanas.

NYC humo
Los incendios forestales de 2023 en Canadá, generaron una enorme humareda que fue arrastrada más de 1.500 kilómetros por el viento, dejando a NYC sumida en una nube naranja con olor a quemado.

En Latinoamérica, esto se ve en la Amazonía, donde el fuego humano se propaga más rápido por vegetación reseca. El resultado: ecosistemas que no pueden recuperarse, ya que el fuego fuera de temporada interrumpe la reproducción de especies y la regeneración del suelo.

Ecos globales

A escala mundial, el panorama es alarmante: en 2023, Canadá quemó 18 millones de hectáreas —seis veces el promedio—, liberando CO2 equivalente a las emisiones anuales de un país mediano. Rusia y Brasil siguen, con 2024 marcando récords en la Amazonía por sequías que secan ríos.

Según NOAA, el "déficit de presión de vapor" —el aire más "sediento" que succiona humedad— ha aumentado un 30% en el oeste de EE.UU., impulsando fuegos seis veces más probables para 2050. En Europa, la cuenca mediterránea ve días de riesgo extremo duplicados en 40 años, según un estudio del CSIC.

Estos incendios no solo queman árboles; emiten partículas que viajan miles de kilómetros, contaminando el aire y afectando las cosechas, con pérdidas agrícolas globales estimadas en miles de millones de dólares.

La salud humana sufre: el humo causa asma, cáncer y más de 330.000 muertes prematuras al año, según la EPA.

En Sudamérica, esta crisis se vive con crudeza en varios países. En Argentina, los incendios de 2025 arrasaron casi 150.000 hectáreas, con más de 48.000 en la Patagonia andina y 100.000 en Corrientes, afectando parques nacionales y obligando a evacuaciones en Río Negro y Neuquén. Chile registró focos transfronterizos en el Parque Nacional Villarrica, con tres brigadistas fallecidos en lo que va del año, sumándose a los 137 muertos de 2024 en Valparaíso.

Uruguay y Paraguay enfrentan humo tóxico del Gran Chaco que suspende clases y amenaza la "lluvia negra" en cultivos, mientras Brasil vio quemadas más de 59 millones de hectáreas en 2024, el 50% de los incendios sudamericanos, impulsados por deforestación en el Amazonas.

Estos eventos, agravados por olas de calor de 3-5 °C extra, destacan cómo el fuego cruza fronteras, devastando biodiversidad compartida y comunidades indígenas.

Incendios en Sudamérica: una temporada que no para

En el Cono Sur, este estiramiento se siente en carne propia, con temporadas que se extienden de septiembre a mayo. En Argentina y Chile, los fuegos patagónicos de febrero 2025, como el del Valle Magdalena que cruzó al Parque Villarrica, devoraron miles de hectáreas en condiciones de sequía extrema, con vientos que complicaron el control.

Incendio de Interfase
Por la presión urbana sobre las áreas naturales, son cada vez más frecuentes los incendios de interfase, entendiendo por tales a los que ocurren en el límite entre áreas naturales con vegetación y áreas pobladas.

Uruguay reporta focos en praderas que afectan ganadería, mientras Paraguay y Brasil lidian con mega-incendios en el Chaco y Amazonas, donde el 95% son causados por humanos.

Greenpeace y la FAO advierten que estos "fuegos de sexta generación" —que alteran climas locales— son más intensos por el calor anómalo.Los impactos son profundos: pérdida de biodiversidad en bosques nativos como el ciprés andino o la selva amazónica, que tardan décadas en regenerarse, y amenazas a comunidades que dependen de estos ecosistemas.

Económicamente, el costo en brigadistas y recuperación supera miles de millones, mientras el humo afecta la salud en ciudades como Buenos Aires o São Paulo. Si el calentamiento sigue, expertos predicen temporadas de hasta 200 días, con más riesgos en interfaces urbano-bosque.

Perdidas de árboles
Los incendios forestales queman ahora el doble de superficie forestal al año que hace 20 años, y en 2024 se batieron récords con 13,5 millones de hectáreas quemadas.

La ciencia indica que la actividad humana ha agregado 40 días de fuego al año desincronizando la naturaleza, situación amplificada por un calentamiento global que seca todo. De la Patagonia compartida por Argentina y Chile, al Chaco en Paraguay y Uruguay, hasta el Amazonas brasileño y más allá a los bosques boreales, los impactos —pérdida de hábitats, humo tóxico y costos humanos— claman por acción: reducir emisiones, gestionar fuegos y restaurar suelos.

Si no cambiamos, el fuego no será solo una estación, sino un compañero constante. Pero hay esperanza: prácticas sostenibles, como las de comunidades originarias, muestran que podemos reescribir este guion ardiente.

Referencia de la noticia

Ellis, T.M., Bowman, D.M.J.S. & Williamson, G.J. Human activity augments lightning ignitions to reshape fire seasonality across all biomes on Earth. Nat Ecol Evol (2025).