Día Mundial de las Ballenas y Delfines: un llamado urgente desde el corazón del océano

Aunque su caza comercial está prohibida, las amenazas persisten. Este 23 de julio recordamos por qué su protección es esencial para el futuro del planeta

Ballenas y delfines
Cada 23 de julio, el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines nos invita a reflexionar sobre estos majestuosos cetáceos y los desafíos que enfrentan.

El rugido de un motor en alta mar, una red de pesca flotando a la deriva, toneladas de plástico diluyéndose en las olas. Para las ballenas y delfines, el océano ya no es un refugio tranquilo.

Y aunque su imagen suele inspirar asombro y ternura cada 23 de julio, Día Mundial de las Ballenas y Delfines, su realidad sigue siendo compleja y frágil. Este día conmemora la histórica moratoria contra la caza comercial de ballenas, aprobada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 1982 y en vigor desde 1986.

Pero lejos de ser una celebración triunfal, es un recordatorio urgente: el equilibrio marino depende de estos mamíferos, y su protección requiere compromiso permanente.

Cómo una ballena puede hacer florecer el océano

A primera vista, cuesta imaginar que un animal de varias toneladas de peso pueda ser también un “jardinero” submarino, pero así es.

Las ballenas, a través de sus excrementos, fertilizan las aguas y estimulan el crecimiento del fitoplancton, base de toda la cadena alimentaria marina.

Este proceso se conoce como “la bomba de las ballenas”. Cada vez que suben a la superficie a respirar y liberan sus heces —ricas en hierro y nitrógeno—, desencadenan floraciones de algas microscópicas que capturan carbono de la atmósfera y alimentan peces, aves y mamíferos marinos.

Según el Instituto de Conservación de Ballenas, una sola ballena puede capturar tantas toneladas de carbono como miles de árboles.

Al morir, su cuerpo hundido se transforma en un oasis para la vida en el fondo del mar, sosteniendo cadenas tróficas durante décadas.

Delfines: los cerebros más veloces del océano

Si las ballenas son las arquitectas del ecosistema marino, los delfines son sus estrategas.

Estos cetáceos, que respiran aire y amamantan a sus crías como nosotros, han demostrado habilidades cognitivas que fascinan a la ciencia.

Cooperan entre sí, juegan, transmiten aprendizajes y se comunican con un sistema complejo de sonidos. Pueden producir hasta mil “clics” por segundo para ubicarse y detectar presas a través de la ecolocalización.

Además, viajan en grupos sociales muy estructurados y han sido observados ayudando a sus compañeros enfermos o atrapados.

Delfín rosa del Amazonas
Aunque hoy su caza está mucho más restringida, especies como el delfín rosado del Amazonas o el delfín del río Yangtsé están en peligro crítico. La falta de alimento, los químicos tóxicos y la actividad humana los ponen al borde de la desaparición.

Lamentablemente, su inteligencia no los protege de las amenazas. Choques con embarcaciones, contaminación acústica y redes de pesca fantasma los afectan gravemente.

En muchas zonas, las poblaciones están en declive y su supervivencia depende de la reducción urgente del impacto humano.

Equilibrio que aún pende de un hilo

Desde la entrada en vigor de la moratoria, muchos países han dejado atrás la caza de ballenas. Pero otros, como Noruega, Islandia y Japón, siguen practicándola.

Este último lo hizo durante décadas bajo el disfraz de “investigación científica”, hasta que en 2014 la Corte Internacional de Justicia declaró ilegítimo su programa.

Aunque el mercado de carne de ballena está en declive —en Japón el consumo cayó un 99 % desde los años 60— los subsidios públicos aún sostienen esta práctica anacrónica.

Barco de Greenpeace
En 2022, Noruega capturó apenas 58 ballenas, la cifra más baja en dos décadas y en Islandia, un 80 % de la población ya no apoya esta actividad. Créditos de la imagen: Greenpeace.

La carne permanece congelada durante años o se reparte en comedores escolares”, denuncian desde el Instituto de Conservación de Ballenas.

América Latina: una voz firme por los cetáceos

Mientras algunos países aún sostienen la caza de ballenas, América Latina ha emergido como un bloque clave en la defensa de su conservación.

Desde hace años, naciones como Chile, Argentina, Brasil y Costa Rica han impulsado de forma conjunta iniciativas en la Comisión Ballenera Internacional (CBI) orientadas al uso no letal de los cetáceos y la creación de santuarios oceánicos.

Chile, en particular, ha sido un actor activo en esta causa. A través del trabajo de organizaciones como el Centro de Conservación Cetacea, el país ha liderado propuestas para establecer áreas marinas protegidas y redes de monitoreo de ballenas azules y francas australes.

Ballena
Estas acciones buscan promover la ciencia y el turismo responsable, además de consolidar una cultura de respeto por la vida marina.

Las amenazas siguen ahí, flotando entre rutas migratorias y zonas de cría. Pero también siguen ellas, ballenas y delfines cruzando mares, fertilizando aguas, conectando continentes.

A pesar de todo, siguen cumpliendo su rol en el equilibrio del océano. Y si aún respiran, si aún nadan, es porque todavía estamos a tiempo de hacer que el mar vuelva a ser un verdadero refugio.

Referencias de la noticia

Roxana Schteinbarg. (2025). Día de las Ballenas y Delfines: La moratoria que salvó la vida de miles de ballenas. Instituto de Conservación de Ballenas.

Congreso Internacional de Biología de la Conservación. (2017). Reporte Rol de los Cetáceos en el funcionamiento de los ecosistemas: Definiendo las políticas de conservación marina en el Siglo XXI. Publicado en la web del CBI.

Greenpeace. (2025). Día Mundial de las Ballenas y los Delfines: todo lo que tenés que saber para ayudarlos. Publicado en la web de la institución.