Un material común en la Tierra podría ser la clave para construir en la Luna (si aprendemos a fabricarlo)
Cuando pensamos en colonias en la Luna, la mente se va directo a escenarios de ciencia ficción: cúpulas plateadas, autos flotantes y estructuras futuristas que brillan bajo el cielo negro del espacio. Pero la realidad es más tosca, polvorienta y… quebradiza.

Por más ambicioso que sea el proyecto de habitar la Luna, tarde o temprano hay que construir. Y la clave puede estar en un material inesperado: la cerámica.
Sí, la misma que forma parte de tazas, baldosas o aislantes eléctricos en la Tierra, podría ser un pilar esencial para levantar la economía lunar. El problema no es usarla. El problema es fabricarla allá arriba.
En un artículo reciente, el ingeniero Alex Ellery, de la Universidad Carleton en Ottawa, advierte que mientras soñamos con convertir regolito en ladrillos o transmitir energía por torres inalámbricas, estamos ignorando un material que usamos todos los días en nuestro planeta. El mismo que podría ser la respuesta a varios de los desafíos más urgentes en la Luna.
Secuencia de recogida de regolito por el brazo robot de la Chang'e 6. Se ve cómo el brazo recoge el cilindro con las muestras de regolito y lo introduce en el contenedor de muestras principal situado en la parte superior de la etapa de ascenso. pic.twitter.com/0Z4UAyKrKt
— Daniel Marín (@Eurekablog) June 4, 2024
La estrategia actual para aprovechar los recursos lunares se apoya en dos pilares: el hielo de agua atrapado en las zonas eternamente sombreadas (especialmente en el polo sur) y el regolito, esa mezcla de polvo y roca que cubre casi toda la superficie lunar. Ese regolito puede prensarse, cocerse o aglutinarse para formar bloques de construcción. Pero, aunque sirve como material básico, tiene limitaciones importantes.
No es buen aislante térmico, no conduce electricidad como se necesitaría para ciertos componentes, y no sirve como adhesivo. En otras palabras: se la banca para construir una casilla, pero no para hacer instalaciones complejas, duraderas o técnicas.
Ahí es donde entra en juego la cerámica.
Cocinar la Luna
Según el Dr. Ellery, muchas cerámicas podrían fabricarse directamente con materia prima lunar. La anortita, un mineral muy común en el regolito, puede transformarse con ácido clorhídrico en alúmina y sílice, dos ingredientes fundamentales de varias cerámicas técnicas. En sus pruebas, incluso logró producir estos compuestos usando un simulador de suelo lunar, y como si fuera poco, el proceso genera cloruro de calcio como subproducto. Este compuesto se usa en la electrólisis para obtener aluminio puro, otro insumo clave para construir en la Luna. Es un combo tentador.

Pero una vez obtenida la materia prima, viene otro desafío: cómo darle forma útil. ¿Sinterización o impresión 3D? Ambas tienen sus pros y sus contras.
La sinterización, ese método que consiste en calentar el polvo cerámico hasta que las partículas se fusionan, tiene una ventaja cósmica: se puede hacer con energía solar concentrada, algo abundante en la Luna. El problema es que los productos tienden a agrietarse o romperse. Un poco como esas tazas que se astillan con solo mirarlas mal.
La impresión 3D parece más prometedora, al menos sobre el papel. Permite diseñar piezas complejas, moldearlas a medida. Pero hay un gran inconveniente: necesita aglutinantes poliméricos, que están compuestos por carbono. Y si hay algo que escasea en la Luna, es justamente eso. El famoso “problema del carbono”.
Un obstáculo con forma de carbono
Ellery explora alternativas: geopolímeros fabricados a partir de arcillas lunares o polímeros de silicona que requieren menos carbono. Pero todos los caminos conducen al mismo punto: tarde o temprano, si queremos imprimir piezas cerámicas en la Luna, vamos a necesitar carbono. Y todavía no sabemos bien cómo obtenerlo, ni cómo usarlo con eficiencia.
Las bases lunares utilizarán regolito lunar e impresoras 3D para proteger los espacios habitables de la radiación cósmica. Vía @esa pic.twitter.com/qJIReteA43
— Órbita Laika (@orbitalaika_tve) November 15, 2016
Esa incertidumbre es el corazón del problema. Porque no se trata solo de tecnología: se trata de planificar. Hoy, la mayoría de los esfuerzos se enfocan en qué construir, dónde hacerlo o cómo trasladar personas y robots. Pero hay muy poca claridad sobre cómo fabricar, en el sitio, los materiales necesarios con lo que haya disponible. Y sin eso, no hay infraestructura posible. Solo ideas en órbita.
La cerámica, ese material tan común que pasa desapercibido en la Tierra, podría ser el eslabón perdido para construir una Luna habitable. Pero para lograrlo, primero hay que dominar su fabricación lejos de casa.
Y hasta que no podamos hacerlo, la Luna continuará siendo un lugar para misiones breves, no para asentamientos duraderos.
Referencia de la noticia:
Alex Ellery, Cerámica: los ingredientes olvidados pero esenciales para una economía circular en la Luna (2025).